“No sé, tía, no he leído mucha cosa buena este año. Pero ahora me estoy leyendo las memorias de Cher y le pasa de todo”.
Y es que solo llevo cien páginas y Cher sigue siendo niña, acaba de nacer su hermana. Y página tras página me deja perpleja con las historias de su madre, que tuvo una voz increible y que probó suerte en Hollywood, pero el drama familar no la dejó triunfar.
Cher sacó su conocidísima canción Believe con 50 y pocos. Todo esto después de ganar un Oscar, tener un programa de televisión y un divorcio horrible–me gustaría contaros más, pero no he acabado el libro, jeje–.
Creo que estas vidas contienen muchas vidas, pero no como si fuese una muñeca rusa, que dentro hay versiones más pequeñitas, sino más bien como un camino largo con trayectos. Un tren que va cambiando de rumbo y que deja una senda a la que no vuelve. O quizá a algunas sí, pero solo a algunas.
Siempre que pasa el tren Sevilla-Madrid por Puertollano me pregunto por cómo será la vida ahí: ¿qué hace la gente los sábados? ¿Cómo son sus fiestas? Es algo como esa gente que conoces de oídas, sabes a qué se dedican, de quién son familiares, pero nunca las terminas de conocer.
Recuerdo los días previos a la navidad en el colegio: cada curso se subía al escenario y cantaba un villancico medioqué. Algún peque vestido de pastor se quedaba dormido en el escenario. Intento poner en pie el jaleo, los profesores riñendo, las bromas de los mayores. Pero solo encuentro fragmentos. Como con ese trayecto Perugia-Trieste que hice en tren y que duró doce horas. No había smartphone, solo un ejemplar del Corriere della Sera y un señor en los asientos de en frente que durmió al menos diez horas.
Hace diez años en Brighton. La estación era fría, pero su techo era cool. Había un piano, alguien tocaba de fondo alguna vez. Los amigos de allí bebían y se drogaban de jueves a sábado. Yo mandaba whatsapps a mi madre quejándome del precio de la pechuga de pavo. Se llevaba Snapchat. Una noche hacía tanto frío que noté cómo mis cachas se dilataban al entrar en un edificio con calefacción.
Tantos tramos en esta vida y me parece bien. Me parece bien no recordarlo todo. Así aplaudo los flashes de cosas que pasaron hace mucho y me sorprendo a mí misma diciéndome: “hacía más de diez años que no me venía eso a la mente”.
Viajar con tiempo, tomando nota de algunas cosas, dejando otras, por decisión propia, al resguardo –o no– de la memoria. Porque quizá no tenga una vídeo recordando mis mejores looks como Cher con Vogue, pero… en cierta manera me alegro de no tenerlo.
Y de solo escribir retazos.
PD: Más de 500 páginas y solo es la primera parte, mirad: