Ya está aquí... Mamarracheo #39 💅🏼
Señoras que me acechan, hacerse las uñas y los colores de los tiempos.
Bueno, otro mes que pasa y aquí tenéis vuestro boletín de anécdotas, recomendaciones pop y cosas varias. Todas ellas con el mismo adjetivo: mamarrachesco. 💅🏻
Ya somos más de 300 mamarrachinis, lo que me parece una locura. Mil gracias 🧡.
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Que por cierto, he revisado la parte de suscriptores y he visto que hay gente de EEUU, Perú, Colombia, Argentina y Venezuela. ¡Os doy la bienvenida! 🤗
Y para celebrarlo os dejo este artículo de la señora más fan de Shakira de todos los tiempos aquí.
Creo que con salir a la calle y dejar que las señoras se acerquen a mí es suficiente, esta sección se rellena sola.
Hace unos meses –era época de luces navideñas, así que noviembre o diciembre– mi vecina volcó. Aclaración: no de chorro. Mi vecina tiene setenta y cinco años y se le resbaló su carrito de la compra en el rellano del bloque. Estaba a punto de salir de mi casa cuando escuché una voz grave gritando socorro. Y allí me encontré a Rafaella –aka Rafi– tirada en el suelo. Salí corriendo a que los camareros del bar de abajo me echaran una mano. Rafi no nos dejó que la curáramos, ni que le hiciéramos la compra tras la caída. «Yo puedo sola» nos decía.
Y así se fue para su casa y ya.
No sé si es Madrid el tema de los vecinos es como en Nueva York, por eso de que no sabes quiénes son. Sí que noto una despersonalización.
En mi rellano somos cuatro: al lado mía las filipinas que cantan karaoke todo el fin de semana, la de en frente que tenía unas noches de pasión loca hasta que un día le dije que no había melatonina que le aguantara el ritmo y después, en el otro piso, Rafi.
La semana pasada me la volví a encontrar.
Tenía un arañazo en la nariz –de la caída, supuse– y caminaba con parsimonia.
–Me rompí el peroné, ¿sabes?
–¡Qué me dice!
–Estoy por denunciar al sueño.
–Normal, ¡hágalo!
–Con el dinero que gana. ¿Sabes que quería tener hijos y no pudo? No se puede tener todo.
La sonrisa un poquito subida. No es de la caída.
–Pues no lo sabía, la verdad.
–Que yo no me quejo porque me vale el alquiler 200€.
–¿QUÉ?
–Tú pagarás muchísimo más. Estás tirando el dinero a la basura.
Estás tirando el dinero a la basura.
Estás tirando el dinero a la basura.
Qué mareo.
Se fue la luz y tuve que encenderla. Puse alguna excusa para irme.
Me despedí y Rafi me preguntó mi nombre. Después soltó un comentario racista sobre Lavapiés y se fue a su casa.
Y allí me quedé. Recordando que las personas mayores no tienen que ser nice. Que pueden ser lo peor.
¿Me dejó esta vez a mí Rafi tirada por el suelo? Posiblemente.
Este año estoy teniendo buenas lecturas (yaaaaay!) y también estoy viendo series buenísimas, como es el caso de Envidiosa. Es una recomendación de varios amigos que se ha convertido en una recomendación mamarrachesca.
Es que imagínate. De eso que estás contenta de que a la gente de tu alrededor le pasen cosas buenas pero al mismo tiempo… sale una sonrisa forzadilla, a veces. Eso le pasa a la prota de esta serie que tenéis en Netflix.
También me animo a recomendaros una novela: Pasión Nails de Rosario Izquierdo. No quiero hacer mucho spoiler pero, imagina que descubres un sitio para hacerte las uñas y descubres un salón de uñas que en verdad es algo más, para algunas un lugar de confidencias, para otras un refugio, para otras una inspiración. Lo dejo ahí.
Y también quiero pasaros esta canción, que nos recuerda que los días son más largos:
Dime qué prefieres que recomiende más en el próximo Mamarracheo:
No dejan de salirme en TikTok vídeos de conciertos de Pitbull en los que la gente va vestida… como él. Me parece fascinante, la verdad.
Hay un vídeo en el que alguien desde las gradas graba a la gente del foso y se ven, principalmente, calvas de plástico.
Por ser mamarrachas en un concierto.
Porque la performance va siempre por delante.
Por ser Mr. Worlwide por una noche y sentirse con el poderío de gritar: ¡dale! 😎
Por todo esto, las fans de Pitbull son las mamarrachas del mes. 🧡
Desde hace años doy clases en máster.
Cuando empecé tenía 25 años y estaba cagadísima. Había estado en ese edificio, pero como alumna, solo un par de años antes. Los alumnos tenían mi edad o eran mayores. Temblaba un poco. Me decía a mí misma que ellos no tenían que saber que era novata. Cogía los rotuladores, pintaba en la pizarra y me sentía que estaba dibujando cosas para el TFM. El olor a químico, las casas de fuera que me recordaban a los días que las observaba somnolienta, mientras tomaba café. Era todo, aún, del mismo color, del mismo filtro, aunque ahora fuera yo la que contara cosas.
Pasaron los años.
Les cambiaban las caras. Se me acercaban alumnas, habían estudiado Traducción también, me preguntaban que si había futuro, que dónde empecé a trabajar. Me consideraban profesional, yo me consideraba profesional. Pero sobre todo, una persona cansada. Las luces de fuera cambiaron, las veía más azules, más como las de una oficina.
Después dejé el trabajo, el caos vino con la enfermedad, las clases me recordaban que esto se me daba bien. Empecé una clase explicando que un mes antes no tenía voz. Fue una clase de noche, pero el ambiente me parecía dorado. Un color nuevo.
Este año me toca dar clase pero en un edificio nuevo.
Pienso en aquellas luces, en cómo la vida va cambiando de color a veces por cómo nos proyectamos. Subo en un ascensor y llego a la clase nueva, que tiene una cristalera que da a otra clase. Si te fijas bien, te ves con reflejo doble. Me hace gracia. Y me animo a contarle a los alumnos que ahora también trabajo como guionista.
✨
¿Y a ti? ¿Te ha pasado algo así? Puedes responderme a este mail, te leo. :)
✨ Espero que te haya gustado este post y que te haya generado preguntas también. Si quieres compartir algunas, te leo en comentarios.
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